Quiero volver lo más pronto posible, sentarme en el Puente de los Enamorados entre Providencia y Santa el sonido del mar.
Los ojos se deslumbran ante el arcoiris marino de siete azules, que han hecho famosa a esta isla; esto gracias a su origen volcánico y su barrera arrecifal. Por donde se le mire, Providencia y Santa Catalina desbordan belleza: colores infinitos en la superficie, paisajes submarinos llenos de vida y manglares que tiñen de verde y se hacen salacunas de diminutos peces coloridos.
Lo más encantador de Providencia es toparse, a cada paso, con personas que sonríen a los viajeros desde la puerta de sus casas y con niños de piel de ébano y dientes de diamante que juguetean en el mar, donde gran parte de su vida tiene lugar.Los isleños viven, principalmente del turismo y la pesca. El mar los provee de alimento, paisajes y actividades distracciones. Por su historia de colonización inglesa, holandesa y española, poseen tradiciones como tomar el té, hablar creole (una variación caribeña del inglés con raíces africanas) y el amor a la música.
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